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La educación más rentable

Octubre de 2021
El Banco Mundial define la inclusión financiera como el acceso a productos financieros útiles y asequibles que satisfagan necesidades —transacciones, pagos, ahorros, crédito y seguro— prestados de manera responsable y sostenible. En otras palabras, tener una cuenta bancaria puede mejorar los ingresos y aumentar los ahorros para atención médica, educación, alimentación; así como mejorar el empoderamiento y el bienestar general, al tiempo que proporciona los componentes indispensables para un crecimiento económico.

La inclusión financiera es vital para las sociedades: las empodera y les permite tener mayor seguridad económica para ellos y sus familias. Una cuenta bancaria no sólo es un instrumento de ahorro, sino la capacidad que tiene una persona de invertir en el futuro.

A nivel mundial, se estima que el 65% de las mujeres tienen una cuenta bancaria, en comparación con el 72% de los hombres.

La expansión de las finanzas digitales podría dar acceso a 880 millones de mujeres en el mundo. Sin embargo, y a pesar del potencial, los retos para enfrentar la exclusión son de la oferta y de los aspectos relacionados con las barreras sociales que limitan la participación de la mujer y refuerzan papeles discriminatorios que ensanchan la desigualdad entre hombres y mujeres.

Los principales obstáculos por los que hay un gap de género en el acceso a servicios financieros son, por un lado, que las mujeres desarrollan más trabajo informal o no remunerado que los hombres y, por otro, un sesgo cultural, ya que a pesar de que el hombre y mujer en una pareja trabajen, las decisiones financieras de ahorro, inversión y endeudamiento se centralizan en mayor medida en los hombres.

Las entidades financieras, con datos empíricos, han constatado que las mujeres son mejores pagadoras que los hombres, tienen índices de morosidad más reducidos y son clientes más fieles. Es por ello, que numerosas entidades han puesto en marcha políticas de captación de clientes femeninas, que pasan por darles una mayor educación financiera, de manera que ellas se sientan más seguras a la hora de contratar productos y servicios.

Se estima que el acceso de las mujeres a los servicios y productos financieros, en porcentajes similares a los hombres, podrían suponer un incremento importante en los ingresos de las entidades, así como una reducción en las tasas medias de morosidad.

Una agenda de inclusión financiera transformadora contribuye directamente en, por lo menos, siete de los 17 objetivos de la Agenda para el Desarrollo Sostenible 2030.

Mónica Guardado es directora general de Afi Escuela de Finanzas