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Laponia XI: la mujer lo llena todo

Marzo de 2020 Las mujeres rurales de hoy emprenden con un entusiasmo, creatividad y empuje enormes.

Las meras estadísticas demográficas del INE nos dicen que en la España despoblada cada vez «pesan» menos las mujeres. Quien base su valoración del papel de las mujeres en esta simpleza se equivoca de cabo a rabo, diagnosticará mal los problemas y, aunque crea que aporta soluciones, aportará problemas adicionales. Estos datos nos dicen que, hoy, por cada 100 hombres, en los municipios de menos de 5.000 habitantes, hay unas 96 mujeres (98 en 2000). En los de menos de 1.000 habitantes, 90 (94 en 2000), en los de menos de 500 habitantes 86 (92 en 2000) y en los de menos de 100 habitantes 76 (86 en 2000).

No son ratios favorables, y lo preocupante es que se deterioran en las dos escalas relevantes a la mera estadística: el tiempo y el espacio. Cada vez peor ratio con el paso del tiempo y con la reducción de la escala territorial. Pero, para poder hablar del peso específico de las mujeres, habría que conocer la edad, el nivel de formación y muchas otras características de ambos géneros referidas a la población residente en estos municipios.

No quiero hacer aquí un estudio sociodemográfico y de género de la ultraperiferia demográfica española. Podrían anticiparse muchas razones por las cuales la tasa de mujeres en la población de estos municipios es baja y/o se reduce. Especialmente, si se tiene en cuenta que la evidencia más arraigada es que la población de estos municipios es mayor o muy mayor y que las mujeres son más longevas que los hombres. Esto último debería llevarnos a arquear las cejas. Ya lo creo. Porque, dada la tasa de mujeres en la población española en general (104 mujeres por cada 100 hombres), a cualquiera le saltan claves por las que el mundo rural está poblado por hombres.

Como, por ejemplo, que, que solo se han atenuado históricamente en las ciudades (el aire de la ciudad libera, H. Pirenne) a las que muchas pudieron acceder con motivo de sus estudios superiores. O la naturaleza de las profesiones a las que han venido accediendo las mujeres en los últimos lustros, privilegiadas por ellas frente a las ocupaciones disponibles en entornos rurales. Así, no es de extrañar la natural representación de la población femenina de edades avanzadas y la doblemente escasa representación de mujeres jóvenes en los padrones municipales.

De lo que quiero hablar, en realidad, sin dejar de marcar el trasfondo que dibujan los párrafos anteriores, es de que la calidad (de las capacidades e interacciones) de las mujeres que viven y se acercan hoy a los ámbitos rurales es tal que... lo llenan todo.

No hace falta haberse recorrido palmo a palmo la «Laponia española» para darse cuenta de que la presencia femenina es mucho más relevante que su peso demográfico. Esto, ninguna estadística lo contemplará y, lamentablemente, pocos estudios lo captan, aunque algunos hay. Mi evidencia es, pues, anecdótica. Y me dice que las mujeres rurales de hoy emprenden con un entusiasmo, creatividad y empuje enormes. Las mujeres rurales hoy están muy presentes en esa miríada de colectivos y pequeñas organizaciones a la que me he referido en otras ocasiones, o en iniciativas de todo tipo, como las que intentan repoblar los municipios despoblados, o en los grupos de activistas contra la despoblación y en numerosas instancias locales más o menos estimuladas, incluso a veces conformadas, desde las instituciones.

Su presencia es ineludible y dinamizadora en los debates, la puesta en marcha y demostración de proyectos, la conformación de consensos. Algunos de los mejores proyectos de repoblación que conozco (básicos y provocadores, como deberíais imaginaros) están inspirados, liderados y ejecutados por mujeres. Proyectos empresariales, como decía, pero también cooperativas de servicios y consumo, dinamización artística y cultural, dinamización social y bienestar, pedagogía o medio ambiente. Y, si queréis ver a una gran mujer detrás de cada uno de estos proyectos... mirad a ambos lados de la gran mujer que, con mucha probabilidad, los estará impulsando.

La mujer rural ha sido la que, con gran sacrificio personal, ha gestionado la dolorosa despoblación que sufrió España al comienzo del «desarrollismo», limitando en buena medida el estrés familiar derivado de la dura relocalización en los nuevos asentamientos (ved «Surcos», JA Nieves Conde 1951). Un estrés que perdura en nuestra genética social. Un papel que, por cierto, está aún por reconocer por la sociedad española. Pero eso se ha acabado. La mujer rural de hoy lo va a llenar todo.

Sirva esta tribuna como mi particular homenaje a ellas en el mes del día de la mujer trabajadora. ¡Lo vais a llenar!

José Antonio Herce es Director asociado de Afi