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La tecnología como impulsora de la inversión sostenible

Junio de 2020
La tecnología es un aliado indiscutible de la inversión sostenible de impacto. La aplicación de técnicas como la inteligencia artificial o el «big data» supondría un paso definitivo en su desarrollo, permitiendo conocer prácticamente en tiempo real el impacto positivo generado por una cartera de inversiones.

La inversión de impacto suele definirse como aquella inversión que persigue un doble retorno: el financiero y el sostenible. Y es que, lejos de la filantropía o de cualquier tipo de actividad sin ánimo de lucro, la inversión de impacto busca generar una rentabilidad económica positiva. No obstante, y aquí subyace la gran diferencia con la inversión tradicional, este estilo de inversión condiciona dicha rentabilidad financiera a la generación de un retorno de carácter ambiental y/o social positivo.

Una de las características más complejas de la inversión de impacto, por su dificultad de medición y trazabilidad, es la causalidad. Es decir, la relación entre la inversión realizada y el impacto generado. Por este motivo, la inversión de impacto tiene su origen en los activos no cotizados, los conocidos como activos ilíquidos o alternativos. Sin embargo, desde hace unos años y gracias a la expansión de la sostenibilidad en los mercados financieros y el creciente interés de los inversores hacia esta tipología de activos, cada vez existen más estrategias líquidas con las que se puede generar un impacto positivo.

No obstante, e independientemente de que se trate de inversiones cotizadas o no cotizadas, la principal exigencia de esta tipología de inversión es que dicho impacto sea medible y cuantificable para así poder garantizar que los objetivos de impacto establecidos se cumplen en tiempo y forma.

Tradicionalmente la inversión de impacto ha estado sesgada hacia el terreno medioambiental. En primer lugar, por la urgencia e inmediatez que exige la lucha contra el Cambio Climático, y, en segundo lugar, por su carácter más «científico», lo cual facilita su seguimiento y control. Sin embargo, la inversión de impacto social ha ido ganando un creciente protagonismo en los últimos años. Una gran aportación a este avance han sido los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) impulsados por las Naciones Unidas en 2015, que han permitido aterrizar en metas concretas todas aquellas acciones que podemos considerar como socialmente positivas, y, en consecuencia, medir como impacto positivo.

La actual crisis sanitaria provocada por la pandemia de la COVID-19 también ha incrementado la sensibilidad de los inversores por este tipo de cuestiones, pero no sólo eso, también ha puesto de manifiesto el papel tan relevante que muchos sectores e industrias desempeñan en el progreso y desarrollo de las economías y sociedades. La tecnología, esa destreza que aplica de manera lógica un conjunto de conocimientos y técnicas para dar solución a un problema, ha tenido un papel protagonista, y es que esta ciencia ha sido más necesaria que nunca durante los últimos meses.

El vínculo entre tecnología y sostenibilidad es tal que el acceso y la democratización de las nuevas tecnologías ya constituyen un objetivo de sostenibilidad per se. Y así lo expresa la meta 1.4. de los ODS: «Para 2030, garantizar que todos los hombres y mujeres, en particular los pobres y los más vulnerables, tengan los mismos derechos a los recursos económicos, así como acceso a los servicios básicos, la propiedad y el control de las tierras y otros bienes, la herencia, los recursos naturales, las nuevas tecnologías y los servicios económicos, incluida la microfinanciación.»

Sin embargo, la relación entre tecnología, sostenibilidad e impacto positivo va mucho más allá: la innovación tecnológica y todas aquellas herramientas que ésta nos brinda sirven como palanca de cambio para poner en marcha y permitir progresar muchos de los objetivos de sostenibilidad perseguidos, tal y como demuestra la tabla inferior.

Metas de los ODS con referencias explícitas a la contribución esperada de las tecnologías

1.4. Para 2030, garantizar que todos los hombres y mujeres, en particular los pobres y los más vulnerables, tengan los mismos derechos a los recursos económicos, así como acceso a los servicios básicos, la propiedad y el control de las tierras y otros bienes, la herencia, los recursos naturales, las nuevas tecnologías y los servicios económicos, incluida la microfinanciación.

2.a. Aumentar las inversiones, incluso mediante una mayor cooperación internacional, en la infraestructura rural, la investigación agrícola y los servicios de extensión, el desarrollo tecnológico y los bancos de genes de plantas y ganado a fin de mejorar la capacidad de producción agrícola en los países en desarrollo, en particular en los países menos adelantados.

5.6.b. Mejorar el uso de la tecnología instrumental, en particular la tecnología de la información y las comunicaciones, para promover el empoderamiento de las mujeres.

6.5.a. De aquí a 2030, ampliar la cooperación internacional y el apoyo prestado a los países en desarrollo para la creación de capacidad en actividades y programas relativos al agua y el saneamiento, como los de captación de agua, desalinización, uso eficiente de los recursos hídricos, tratamiento de aguas residuales, reciclado y tecnologías de reutilización.

7.3.a. De aquí a 2030, aumentar la cooperación internacional para facilitar el acceso a la investigación y la tecnología relativas a la energía limpia, incluidas las fuentes renovables, la eficiencia energética y las tecnologías avanzadas y menos contaminantes de combustibles fósiles, y promover la inversión en infraestructura energética y tecnologías limpias.

8.2. Lograr niveles más elevados de productividad económica mediante la diversificación, la modernización tecnológica y la innovación, entre otras cosas centrándose en los sectores con gran valor añadido y un uso intensivo de la mano de obra.

9. Para conseguir una economía robusta se necesitan inversiones en infraestructura (transporte, regadío, energía, tecnología de la información y las comunicaciones). Estas son fundamentales para lograr un desarrollo sostenible, empoderar a las sociedades de numerosos países, fomentar una mayor estabilidad social y conseguir ciudades más resistentes al cambio climático.

12.8.a. Ayudar a los países en desarrollo a fortalecer su capacidad científica y tecnológica para avanzar hacia modalidades de consumo y producción más sostenibles.

17. Se necesita una acción urgente para movilizar, redirigir y desbloquear el poder transformador de billones de dólares de los recursos privados para cumplir con los objetivos del desarrollo sostenible. Inversiones a largo plazo, incluida la inversión extranjera directa, son necesarias en sectores críticos, especialmente en los países en desarrollo. Estas incluyen la energía sostenible, la infraestructura y el transporte, así como las tecnologías de la información y las comunicaciones.

Fuente: Afi, a partir de ONU.


Uno de los requisitos que exige la inversión sostenible es que la consecución de un impacto positivo no suponga el agravio de otras cuestiones que afecten al medioambiente o a la sociedad. Es decir, el fin ya no justifica los medios, y el principio de «no dañar» se impone en la inversión sostenible. Para este fin, la tecnología aplicada a través de la ciencia de los datos cobra especial protagonismo. Y es que a través de agregadores de datos masivos, actualmente somos capaces de conocer el número de toneladas de emisiones de CO2 de una compañía derivados del gasto energético de su actividad, y, por lo tanto, podemos conocer y medir el impacto adverso que dicha actividad genera.

Por otro lado, uno de los principales desafíos que enfrenta la inversión de impacto es la medición del mismo de manera conjunta para un elevado número de inversiones. Esto se debe a que los datos en relación a cuestiones extra-financieras que generan las compañías son aún muy diversos y heterogéneos, lo cual dificulta su comparación y agregación de manera automática. Por este motivo, la aplicación de técnicas como la inteligencia artificial o el big data que permitan subsanar esta deficiencia, supondría un paso definitivo en el desarrollo de la inversión sostenible, permitiendo conocer prácticamente en tiempo real el impacto positivo generado por una cartera de inversiones. Además, la utilización de estas herramientas implicaría poder generar modelos de predicción avanzados que establezcan metas sostenibles mucho más acotadas para un determinado horizonte temporal. Así resultaría más sencillo y eficiente el correcto seguimiento del cumplimiento de los objetivos marcados y la aplicación de medidas correctoras en caso de incumplimiento.

En definitiva,

Claudia Antuña
Claudia Antuña es consultora de Consultora de de Afi Inversiones Globales, SGIIC.