CUÉNTAME IX: Las Escuelas de Trabajo
Noviembre de 2025Hoy, la Formación Profesional en España no tiene nada que ver con la que había a comienzo de los años 60. Aquella era mucho mejor.
Andaba yo por los 11 o 12 años, digamos allá por 1962 o 1963, y de tan mal estudiante que era, antes de que acabase el curso, me caía la misma amenaza paterna: ¡como no apruebes te vas todo el verano a trabajar a "las tejerías"! No aprobaba, claro, pero el verano era tan bueno que siempre lo recordaré. Lo cierto es que ningún padre con algo de corazón podía decir eso en serio, porque, al parecer, en las tejerías se pasaba mucho calor. Los perillanes que éramos entonces debíamos intuirlo y descontábamos aquella amenaza al 100%. Aparte de que no era legal trabajar a tan temprana edad, pero eso no lo sabíamos.
Pero si lo de las tejerías no iba en serio, la posibilidad de que te pasaran a "La Escuela de Trabajo", que estaba en el mismo edificio del Instituto en el que estudiábamos el bachillerato elemental, en el ala opuesta, era más que real, a la edad adecuada, claro. La Escuela de Trabajo, como se denominaban entonces a los centros de formación profesional era dura, ruidosa y estaba poblada por chicos de toda la comarca, cuyo destino era ponerse a trabajar en cuanto aprendiesen un oficio. Además, había excelentes profesores reclutados en su mayoría de entre los cuadros intermedios de las empresas, fábricas y talleres locales, que abundaban.
Algo había en la Escuela de Trabajo que a los del bachillerato nos intrigaba, pero en general, la contemplábamos con interés por lo que allí se hacía, ya que el trasiego de furgonetas con constantes cargas y descargas de equipos, materiales, piezas y las extrañas máquinas que había en sus talleres (las aulas, en realidad) acaparaban nuestra atención. Tanto que, a menudo, salíamos del recinto del instituto por el ala este, donde se ubicaba la escuela de trabajo, para observar de reojo el ambiente.
Las Escuelas de Trabajo creadas estatutariamente en 1928, fueron el embrión de la Formación Profesional moderna en España. La de Calahorra se creó en 1954, hace ya más de setenta años, cuando se aprobó la construcción de un nuevo edificio para el Instituto Nacional de Enseñanza Media que albergaría los estudios de bachillerato y formación profesional.
Estas Escuelas fueron convirtiéndose con el tiempo en escuelas de Oficiales y Maestría Industrial, estas últimas de una excelente calidad de las que salieron los cuadros técnicos de la industrialización española, muchos de los cuales prosperaron en las matrices europeas de las multinacionales que entonces se estaban estableciendo en nuestro país.
Y junto a las dichas escuelas se crearon también en los años 50 las Universidades Laborales, en número de 21, en las que se ofrecían incluso estudios universitarios de ciclo medio y por las que llegaron a pasar hasta medio millón de alumnos en régimen de internado. La Universidad Laboral de Gijón, uno de los complejos formativos más grandes de Europa en su tiempo, fue sin duda la más prestigiosa, ofreciendo estudios técnicos de mucha calidad en un marco de intensa actividad docente, como reconocen todavía hoy muchos de quienes pasaron por sus aulas.
La Formación Profesional española hoy, con más de 1,2 millones de alumnos matriculados, la mitad de ellos en los ciclos superiores, frente a las docenas de miles de hace seis décadas, se encuentra unificada, diversificada en su oferta e integrada con los estudios universitarios mediante pasarelas flexibles que permiten una rápida reorientación académica, en ambos sentidos, de los estudiantes que cambian de trayectoria o buscan mejorarla. Pero se han dejado en el camino el rigor educativo, la excelencia del profesorado, el enfoque prioritario en la práctica y la adecuación a las necesidades del mercado en materia de cuadros técnicos e intermedios. Atributos que aquella formación profesional de los años sesenta del siglo pasado sí tenía, a pesar de la rigidez y a la vez heterogeneidad de instancias formativas existentes (no tanto de especialidades), con escasa integración en los estudios universitarios.
Ni siquiera la ampliamente publicitada "formación dual", con apenas un 5% del censo actual de alumnos en FP, está consiguiendo el prestigio que tenían las maestrías industriales de hace seis décadas. No es la adecuación al mercado, no son las prácticas, ni los profesores ni el rigor formativo lo que hoy caracteriza a la FP española. La sociedad española desarrolló un desproporcionado "furor universitario" hace medio siglo, acompañado de un lamentabilísimo desprestigio (por no decir desprecio) de la formación profesional, incluso políticamente, dados sus orígenes franquistas (que sólo en parte), y arrojó como dicen los ingleses, "el bebé con el agua del baño".
No creo que debamos volver al modelo de la Escuelas de Trabajo, pero sí creo que en el marco unificado, flexible e integrado (con los estudios técnicos universitarios) y actual. Deberíamos hacer todo lo posible por recuperar sus atributos medulares: rigor formativo, práctico, orientado a mercado y excelencia del profesorado. De paso, no estaría de más, integrar en el modelo algo absolutamente necesario hoy: ciclos más cortos (1 año) o ultracortos (pocos meses), que sustenten la asignatura perdida de la empresa española: la formación continua.
No volvamos a las "Escuelas de Trabajo", pero iniciemos de una vez por todas el "Trabajo de Escuela". O nuestro sistema profesional, y por lo tanto, el empleo de calidad, desaparecerán en España en pocos años.