Inversión en salud: una ventaja estratégica para el crecimiento económico de España
Septiembre de 2025En un entorno global marcado por la aceleración de la transformación tecnológica, la fragmentación geopolítica y la transición demográfica, España y Europa disponen de una palanca singular para reforzar su posicionamiento internacional: su capacidad en el ámbito sanitario-farmacéutico. Este sector combina tres atributos esenciales para un crecimiento económico sostenible: fuerte intensidad innovadora, vocación exportadora y capital humano altamente cualificado.
La industria farmacéutica española genera más de 27.000 millones de euros de valor añadido al año, lo que equivale al 1,9% del PIB. Su efecto multiplicador es notable: por cada euro generado directamente, se producen 1,5 euros adicionales en otros sectores. Además, sostiene más de 240.000 empleos, con una elevada proporción de profesionales con formación universitaria, máster o doctorado, y una productividad por trabajador que supera ampliamente tanto la media industrial como la del resto de la economía.
España se ha consolidado, además, como líder europeo en la realización de ensayos clínicos, con cerca de 930 estudios autorizados en 2024, por delante de referentes como Alemania, Francia, Italia o Reino Unido. Este posicionamiento singular se explica por una estrecha y consolidada colaboración público-privada entre hospitales, universidades, centros de investigación y empresas farmacéuticas, que permite acelerar la innovación y facilitar el acceso temprano de la población a tratamientos avanzados. El 45% de la inversión en I+D del sector se realiza en cooperación con estos agentes, lo que refuerza el ecosistema científico-tecnológico y clínico nacional. Además, España ha reaccionado con acierto en este campo, reduciendo la burocracia y ganando agilidad regulatoria, como muestra la implementación temprana del Reglamento Europeo de Ensayos Clínicos (CTR).
La dimensión internacional del sector es otro de sus activos clave. El 80% de la producción se destina a mercados exteriores, lo que convierte a los medicamentos en una de las principales partidas exportadoras del país. Esta apertura, impulsada por la presencia de empresas multinacionales en España, junto con la presencia de más de 100 plantas de producción de medicamentos de uso humano, sitúa a España como un nodo relevante en las cadenas de valor europeas. Esto también supone una contribución muy significativa de nuestro país a la autonomía estratégica de la UE en un ámbito estrechamente relacionado con la seguridad y la estabilidad socioeconómica. Ahora, cuando el gasto militar protagoniza el debate político y económico, conviene recordar que también es fundamental disponer de capacidad científica, tecnológica e industrial en el ámbito sanitario para poder hacer frente a retos globales. Esto quedó de manifiesto durante la pandemia, pero fenómenos como el cambio climático o los desplazamientos demográficos derivados de la inestabilidad política global aconsejan no bajar la guardia en este frente.
Por ello, si bien es imprescindible garantizar la sostenibilidad del gasto farmacéutico, este objetivo debe ser compatible con una mirada de perspectiva amplia, que tenga en cuenta no solo la eficiencia presupuestaria, sino también el impacto económico, industrial, estratégico y social de las políticas públicas. En este sentido, resulta fundamental que el sistema sanitario nacional ejerza un liderazgo derivado de su capacidad de compra y de su política industrial y tecnológica. Esto es clave para mantener un suficiente efecto tractor sobre la cadena de valor de productos procedentes de las instalaciones industriales españolas y europeas, que destacan por su calidad, trazabilidad y cumplimiento de los más altos estándares internacionales.
No se trata de adoptar un enfoque proteccionista, que la historia económica ha demostrado ser ineficiente en el largo plazo. Por el contrario, se trata de entender el fortalecimiento de nuestras capacidades tecnológicas, industriales y científicas en el ámbito sanitario como una inversión, no como un mero gasto. España ha logrado consolidarse como uno de los principales polos europeos en investigación clínica y producción farmacéutica. Preservar esta ventaja competitiva durante los próximos años representa una oportunidad para generar retornos significativos en términos de crecimiento económico y empleo cualificado, así como para defender el posicionamiento internacional de la UE.