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CUÉNTAME V: La Eminencia Agrícola

Junio de 2025

Cuando yo llegué al estudio de la geografía española en el "bachillerato elemental" que impartían en el Marco Fabio Quintiliano de Calahorra, en 1961, en la asignatura de Geografía de España, se nos remachó una idea que era la dominante en el país en aquella época: "España es un país eminentemente agrícola". Y a continuación se nos dijo aquello de la trinidad agrícola, "el trigo, la vid y el olivo", es decir, el sota-caballo-y-rey de la agricultura mediterránea. Y tan ternes.

quellas percepciones tan instaladas en la época ignoraban la realidad de esos mismos años: el nacimiento del turismo y el despegue, por fin, de la industria. Ignoraban el Plan de Estabilización y apertura de la economía española recién puesto en marcha en 1959, un plan que habría de salvar al país del colapso económico que se nos venía encima tras la desastrosa gestión económica del franquismo triunfante de las dos décadas precedentes, con un INI depredador de oportunidades privadas y la gestión de muchas grandes empresas por parte de militares en la reserva.

Dichas percepciones incidían en un arraigado vicio nacional: ¡que progresen ellos! Una resignación muy ibérica cuando la incompetencia nos reduce a los recursos básicos de a bordo. Afortunadamente, algunos grandes técnicos y economistas en puestos intermedios clave de los gobiernos denominados "tecnócratas" se estaban haciendo ya con el control de la economía española, aunque eso no se supiera todavía en Calahorra. El caso es que, sí, el país era entonces muy agrícola, ganadero, forestal y todo lo rural que Vds. quieran. Era lo que había.

En los años previos a 1954 no existía en España un cálculo del PIB propiamente dicho. El Servicio Sindical de Estadística publicaba datos exhaustivos sobre la producción de acero, trigo, leche... "peras y manzanas", en definitiva, entre otras producciones, pero no se agregaba su valor ni se expresaba en un índice de volumen ni mucho menos. Creo que hace seis décadas y media había muy pocas, pero que muy pocas personas en este país que supiesen lo que era un "deflactor". Aunque la ventaja de contar las toneladas de acero, o de "peras y manzanas", para el caso, era que ya se estaba utilizando, de hecho, un índice de volumen puro y escueto... sin que sus artífices lo supieran.

Pero en 1960, fruto del proceso de apertura e integración de nuestro país en el bloque occidental a todos los efectos (la adhesión a la ONU tuvo lugar en diciembre de 1955, en 1958 al FMI y en 1959 a la OCDE), ya se producían datos estadísticos de cierta calidad en el Servicio de Estudios del Banco de Bilbao (creado en 1932), el INE (Anuario Estadístico) y en el Banco de España (Informe Anual), por lo menos. En estos informes ya se encuentran alusiones al PIB español desde 1954 (retrospectivo) dados a conocer después de 1965.

Pues bien, de una población total en 1960 de 30,5 millones de habitantes, sólo 11,8 millones (el 50% de la población de entre 15 y 64 años) era población activa y, de aquellos, 9,4 millones eran hombres. En la agricultura trabajaban 4,7 millones de personas, nada menos que el 39,83% de las personas activas y otros 2,4 millones en la industria fabril, 2,1 millones en energía, agua y extractivas, 0,8 millones en la construcción y los 2,8 millones restantes en los servicios (Anuario Estadístico del INE 1961). El paro, entonces, oscilaba alrededor del 1% de la población activa, pero el subempleo y la emigración al extranjero europeo eran muy significativos.

Un país en el que el 40% de la población activa trabajaba en la agricultura era, obviamente, un país eminentemente agrícola. A mayor abundamiento, la productividad, en este sector y en los restantes, era pavorosamente baja y sólo podía mejorar a marchas forzadas, en ausencia de capitales para la inversión industrial y formación de calidad, con que los trabajadores se desplazasen masivamente del mísero campo a los extrarradios de las capitales provinciales a apilar ladrillos y cemento ganando salarios que multiplicaban en varias veces sus magras rentas agrícolas previas. Como efectivamente sucedió.

Los datos de alfabetización de la población (INE, misma fuente) eran, en 1960, igualmente pavorosos. El 74,75% de la población total (dos terceras partes) tenía estudios de "Instrucción Elemental", como se denominaba entonces, y sin estudios de ningún tipo se encontraba el 11,2%, es decir, un 85,95 % no alcanzaba a tener el nivel de formación media. "Eminentemente agrícola", además, quería decir pobre, sin estudios, ni siquiera medios, y muy escasamente productivo. Todo estaba unido, obviamente.

En 1960, sin embargo, España iniciaba su gran transformación industrial, del turismo, de la alfabetización y la formación profesional, que llegó a ser excelente hasta que se la cargaron en los años 80... y la transformación urbana y el éxodo rural también; y de formación de la clase media. Todo ello acompañando, fruto a su vez de la tan necesaria liberalización de la economía de 1959, a un proceso verdaderamente vertiginoso, "asiático" casi, diríamos más tarde.

Hoy, la "eminencia agrícola" se expresa mediante una tasa de participación de la población activa en la agricultura (en sentido amplio) alrededor del 3,5% y una tasa de población activa formada por encima de la educación básica del 95%. La tasa de analfabetismo entre la población activa se sitúa hoy en el 0,33% (EPA).

Pero, sobre todo, se expresa la eminencia agrícola, no sin lagunas que cubrir, mediante una impresionante integración entre las producciones agrícolas y ganaderas básicas y la industria transformadora de las mismas. Un sector agroalimentario potentísimo y con amplia proyección futura que se materializaría al pleno si se lograse una mayor racionalización e integración de las pequeñas y medianas explotaciones del sector primario.

José Antonio Herce es socio de LoRIS