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Mitos y falacias VI: China y la hegemonía mundial

Julio de 2022

Todo el mundo está convencido de que el ascenso de China como potencia hegemónica por encima de todas las demás es solo cuestión de tiempo. Este es un mito contemporáneo que lleva ya unos lustros instalado en las cabezas occidentales. No es una falacia, porque nadie sabe si se va a verificar o no esta expectativa que, por otra parte, tiene su fundamento. Esta entrada quiere desmitificar el caso. Aunque no me negarán que es complicado ya que es uno de los más extendidos mitos del siglo XXI.

¿Cómo se quedarían si afirmo ahora que, en unas décadas, China tendrá menos habitantes que EE. UU.?

Situando la población y el PIB (en volumen) de China en la base 100 en 1990, treinta años después observaríamos que el índice de la población se sitúa en 124 mientras que el índice del producto interior bruto (PIB) real se sitúa en 1.536, de forma que el PIB real por habitante se ha multiplicado en el periodo por 1.536/124 = 12,43.

Pero la demografía china se expresa también en indicadores como la tasa sintética de fecundidad, extremadamente baja. En 2021 la población china creció tan solo un 0,034%, la tasa más baja en las últimas seis décadas. El PIB real, por su parte, ha dejado de crecer a tasas medias superiores al 10% hace ya una década para exhibir una tasa anual acumulativa en el periodo inferior al 7%.

China, como es bien sabido, está tomando posiciones en África y Latinoamérica en sectores logísticos, mineros y financieros. El despliegue chino en estas regiones es infinitamente más inteligente que el despliegue hegemónico convencional (ayuda al desarrollo, diplomacia, influencia militar), pero es mucho más caro. Y China lo financia a su manera, a través de un sistema crediticio ampliamente intervenido.

Hoy, el PIB real chino ajustado por "paridad de poder adquisitivo" es ya mayor que el de EE. UU. (23 billones de dólares ajustados, frente a casi 20 billones), aunque el PIB por habitante en EE. UU. es todavía 3,7 veces mayor que en China. Vale, pero esta es solo una comparación, algo artificial, de las muchas posibles.

La perspectiva de que China nunca alcanzará a los EE. UU., que en materia económica se está abriendo paso con fuerza, de manera que lo contrario, que todavía prevalece en la mente de la mayoría de las analistas, empieza a convertirse en un mito que se irá disolviendo poco a poco, al parecer.

La población china empezará a descender este mismo año, dicen los expertos, acontecimiento que estaba previsto para dentro de una década. Hay quienes incluso auguran que, con el tiempo, la población china acabará siendo menor que la población de los EE. UU. Ojo, en un rango por debajo de los 500 millones de habitantes, lo que sería algo verdaderamente espectacular, un vuelco gigantesco. Hoy, la población americana es apenas el 24% de la población china (334 millones de habitantes frente a 1.413 millones). Las proyecciones habituales vaticinan un descenso de hasta 200 millones de personas en los próximos 30 años, pero más allá de eso se entra en una especulación abierta que algunos analistas ya abordan sin mucho reparo.

Pero no es solo la población. También deben tenerse en cuenta factores tan pintorescos como que los datos oficiales sean pura propaganda y que China esté mucho más por debajo del estándar americano de lo que se reporta por parte de las propias autoridades. O que una crisis de deuda y financiera, sectores que tienen también fundamentos muy problemáticos, estalle inesperadamente (aunque las autoridades deberían saberlo). O una crisis de productividad, pues China todavía está muy lejos de alcanzar los niveles de productividad americanos.

Bien seguro que los EE. UU., actual potencia hegemónica se mire por donde se mire, pueden sufrir también percances serios. No es inmune a ellos. Pero su demografía es sólida, su economía, tecnología y vis estratégica también. Su democracia, no obstante, está amenazada por los extremismos en el seno del Beneficio Bruto Operativo (GOP), como los extremismos, de uno y otro signo, que amenazan a la democracia europea, incluida la española.

La democracia china, por cierto, no existe. Y su ausencia no es, precisamente, algo que ayude. Hay quienes han querido ver, en el dirigismo autoritario que caracteriza a muchas economías asiáticas, la clave de su éxito material. Eso lo vimos también en otros países europeos hace décadas, incluso en España. No hay esperanza. La ausencia de libertad y la corrupción de la democracia son los ingredientes de la miseria social y material. Los problemas de China no vendrán por el fallo demográfico o productivo. El fallo demográfico y productivo será la consecuencia de la falta de libertad y la corrupción de la democracia. Y eso nos puede pasar a cualquiera.

José Antonio Herce, socio de LoRIS