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Competir por recursos

Abril de 2024

En la actualidad, la tecnología es una doble cara de progreso y preocupación. Por un lado, ofrece soluciones innovadoras a problemas antiguos, facilitando la vida diaria y abriendo puertas a nuevos conocimientos. Por otro, su impacto ambiental se convierte en un desafío creciente, particularmente en lo que respecta al consumo de recursos naturales y energéticos. Conviene aportar una perspectiva de en qué medida la tecnología es consumidora de recursos naturales y energéticos, especialmente en el uso del agua y la energía, para concluir si la inteligencia artificial (IA) y las criptomonedas como el bitcoin están intensificando la competencia por estos recursos esenciales.

La fabricación y operación de dispositivos tecnológicos, centros de datos y redes de comunicaciones exigen cantidades significativas de recursos. Particularmente, el agua, vital para la refrigeración de enormes centros de datos y para la fabricación de semiconductores, se encuentra en el centro de esta problemática. Además, la demanda energética de estas operaciones es monumental.

La IA y el bitcoin son dos de los principales actores en el escenario del consumo tecnológico de energía. La formación de modelos de IA, especialmente aquellos de aprendizaje profundo, requiere de capacidades computacionales extensas, resultando en un consumo energético masivo. Por ejemplo,

Por su parte, el bitcoin, con su proceso de "minería" basado en la fuerza bruta, es también un gran consumidor de electricidad. Se estima que la red de bitcoin consume más electricidad anualmente que países enteros como Suiza. Este consumo no solo implica una mayor demanda de energía, sino que también intensifica la competencia por recursos limitados, afectando indirectamente a los ciudadanos y al medio ambiente.

El aumento del consumo de recursos por la tecnología se ha disparado en los últimos años, en paralelo con el crecimiento exponencial de la capacidad de cómputo global. Sin embargo, este crecimiento no siempre se traduce en eficiencia energética. Aunque las innovaciones tecnológicas han permitido crear hardware más eficiente, la tasa de consumo de recursos ha crecido a un ritmo más elevado, superando las mejoras en eficiencia.

En todo caso, conviene poner en perspectiva este consumo de agua y de energía con respecto al consumo global. El consumo de agua diario generado por centros de datos se encuentra, en cifras redondas, en un billón (americano) de litros, siendo el consumo global de agua en el mundo de unos diez trillones de litros. Teniendo en cuenta que la distribución de consumo de agua es de un 70% para agricultura, 20% industria y 10% uso doméstico, el consumo de los centros de datos representa en este momento alrededor del 0,1% de este último tipo de consumo. Es importante añadir al análisis anterior la perspectiva de ubicación de los centros de datos, que en muchos casos se encuentran en áreas en las que el agua es un recurso limitado. Con respecto al consumo energético, las estadísticas nos indican que el consumo de los centros de datos (incluyendo redes de comunicaciones) supone alrededor del 2,6% del consumo global de energía, añadiendo el minado de bitcoin un 0,4% adicional a esa cifra.

Frente a este escenario, las compañías tecnológicas están adoptando estrategias para mitigar el impacto ambiental de la tecnología. Entre ellas se encuentran el desarrollo de algoritmos de IA más eficientes desde el punto de vista energético, el fomento de la minería de criptomonedas utilizando energías renovables y la inversión en tecnologías de enfriamiento más eficaces que reduzcan el consumo de agua, además de planes de reposición de agua que les lleven a ser "water positive".

En resumen, aunque la tecnología continúa abriendo nuevos horizontes, su impacto ambiental plantea serios desafíos. Al tomar medidas conscientes y orientadas hacia la sostenibilidad, podemos asegurar que el legado de nuestra era digital no sea una carga para las futuras generaciones, sino un testimonio de innovación responsable y respetuosa con el planeta.

Borja Foncillas, presidente de Afi