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Laponia XIV: encuentros en la Tercera Fase

Junio de 2020 La voz inglesa «encounters» no significa «encuentros» a secas, sino «tropiezos», que son encuentros accidentados o peligrosos.

La genial película de Spielberg (estrenada en 1977), de cuya versión española tomo prestado el título para esta tribuna, narraba las peripecias de un electricista y sus familiares y amigos en medio de una secreta connivencia militar y científica con extraterrestres. Su título en inglés era Close Encounters of the Third Type, que podría traducirse literalmente como «Tropiezos [estrechos] de tipo tres», naturalmente incomprensible, como toda traducción literal de cualquier título inteligente de una película americana. Pero tomo prestados algunos términos de cada versión –«tropiezos» y «tercera fase»– para armar esta tribuna.

Quiero referirme –la COVID-19 sigue mandando– a la desescalada en clave rural. La voz inglesa encounters no significa «encuentros» a secas, sino «tropiezos», que son encuentros accidentados o peligrosos. Y lo de la «tercera fase» ya se lo imaginan. Porque, en el mundo rural, que está a un gradiente radicalmente amplio con el mundo urbano en todos los sentidos (buenos y malos), la apertura hacia la «fase 3» del desconfinamiento puede provocar más de un tropiezo.

El marco general en el que se va a regular esta interacción es el que diseña la enorme distancia que separa la mentalidad de los agentes a ambos lados de la divisoria territorial (imaginaria, como tantas, pero eficacísima), la dotación de recursos en cada campo y la funcionalidad que finalmente adquiera el que se prevé como un fluir a borbotones desde «la ciudad al campo». No utilizo la expresión «el campo» de manera peyorativa, naturalmente, al menos no tan peyorativamente como utilizaría, en caso de hacerlo para ambos casos, la expresión «la ciudad».

Es decir, que está por ver cómo resulta el encontronazo que puede producirse este verano entre las hordas urbanas sedientas de naturaleza y los sufridos habitantes de los pueblos despoblados. Todos esperan que se trate de una verdadera invasión, mucho más allá del habitual retorno veraniego de las diásporas lugareñas más que habituadas a estos movimientos discretos familiares y cercanos (estos sí, de verdad) de todos los años.

Pero este año va a ser diferente. Y no tiene por qué ser malo. No va a haber extraterrestres (o sí, ya se verá) conchabados con los militares y científicos, ni electricistas aficionados a los OVNI, sino masas de familias deseosas de escapar de sus jaulas urbanas en las que han estado confinados durante meses, con planes más o menos elaborados y, sobre todo, con expectativas para los diferentes integrantes, desde los papás tele trabajadores hasta los incontenibles niños pasando por adolescentes deseosos de calmar su ansiedad tras una vida tan tranquila en casa.

Ya hay municipios descontando este tipo de afluencias y preparándose para «los encuentros en la tercera fase». Se trata de acoger a familias que quizá nunca habían experimentado unas vacaciones tan atípicas. Ofreciéndoles alojamientos, durante meses quizá, para toda la familia; espacios de coworking para sus miembros tele trabajadores, campamentos de día para los niños (como mecanismo de conciliación) e, incluso, abonos para el consumo o las compras en establecimientos locales (bares y restaurantes, comercios).

La anterior es una funcionalidad básica, pero esencial para el buen orden de la familia cuando el «veraneo» consiste en pasar ratos de ocio, de trabajo, de atención a la familia y su logística en un ambiente rural. Pero hay una funcionalidad añadida que no se puede ignorar. Esta tiene que ver con las precauciones que todavía va a imponer la COVID-19 y que ni siquiera en entornos habituados a las distancias físicas y sociales, como son los rurales, deberán descuidarse. Especialmente en estos lugares.

No tanto en la vivienda familiar, sino en los campamentos de verano, lugares de co-working (dependencias municipales u otros locales habilitados) y otros establecimientos públicos, la observancia de las reglas de distancia social deberá ser muy estricta. Puede, también, que en algunos municipios se recuperen manifestaciones festivas o romerías y jornadas populares con motivo de la afluencia de veraneantes que se espera. Quién sabe si los estruendosos camiones-discoteca harán también su aparición. No tendrán, desde luego, las cautelas que se veían en las últimas escenas de la película de Spielberg cuando el encounter con los extraterrestres era ya inminente, ni habrá en cada manifestación de las aludidas un cuerpo de rangers o forestales pertrechados con mangueras para evitar tropiezos entre los comparecientes.

Siempre desde abajo, siempre tratando de persuadir a los habitantes de las ciudades de la oferta diferencial tan espectacular que puede encontrarse en la vida en estos territorios. Hagamos que, en la tercera fase, los encuentros entre los dos mundos sean felices y productivos, de forma que todos ganemos. Sin tropiezos.

José Antonio Herce es Director asociado de Afi