La vuelta al cole: tecnologÃa y ética
Septiembre de 2024Con la llegada de septiembre, son muchos los que deben empezar a preparar la vuelta al cole. Un retorno a las aulas, donde las pantallas y los dispositivos electrónicos comienzan a estar más presentes que los propios libros de texto. Desde la pandemia, la digitalización de las escuelas y de los programas educativos se ha intensificado. La COVID-19 sirvió para asentar una tendencia en el plano educativo que ya venÃamos observando en los últimos años. Según datos de PISA, en 2018 el 54 por ciento de estudiantes de 15 años de los paÃses de la OCDE tenÃan acceso a una plataforma online de apoyo al aprendizaje, y el 65 por ciento contaban con docentes con competencias técnicas y pedagógicas para integrar dispositivos digitales en la enseñanza. El incremento de la demanda de la educación online, la cada vez mayor digitalización de los materiales de aprendizaje, y la necesidad de preparar a los estudiantes para un mundo cada vez más digital son sólo algunos de los motivos que explican la rápida inclusión de la tecnologÃa en este ámbito. Los beneficios de las TIC (TecnologÃas de la Información y las Comunicaciones) sobre el sistema educativo son muchos: el mayor acceso a información y recursos académicos, la mayor accesibilidad a personas con discapacidad, el mayor y mejor conectividad en entornos rurales, etc. Sin embargo, ¿conocemos los posibles impactos indirectos, y aún más importante, los posibles perjuicios derivados de una integración (quizás) demasiado rápida?
Según un informe publicado por la UNESCO en 2023 [1], todavÃa hoy no existen pruebas concluyentes e imparciales sobre el impacto de la tecnologÃa educativa. Si bien es cierto, que el informe reconoce muchos de los avances que se han producido en los modelos de aprendizaje gracias a la tecnologÃa, el mismo documento recalca la importancia de evaluar los resultados del aprendizaje, como consecuencia de la implementación de tecnologÃas educativas, y no sólo tener en cuenta el aporte o medio tecnológico. Como ejemplo, se hace referencia al caso de Perú, donde se distribuyeron más de un millón de portátiles sin que éstos se incorporasen en el sistema pedagógico del paÃs, y, por tanto, el aprendizaje no mejoró entre los estudiantes.
En relación con los aspectos adversos, o de mayor preocupación, otros informes, como los elaborados anualmente por PISA, revelan una relación negativa entre el uso excesivo de las TIC y los resultados académicos de los estudiantes: "en 14 paÃses, se ha concluido que el mero hecho de estar cerca de un dispositivo móvil distrae a los estudiantes y tiene un efecto negativo en el aprendizaje". Estos resultados parecen ser coherentes con los múltiples mensajes de alerta que diversos expertos arrojan sobre el uso indebido de la tecnologÃa. Michel Desmurget, doctor en Neurociencia y director de Investigación en el Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia, detalla en su libro [2] los impactos negativos que el uso indiscriminado de la tecnologÃa puede generar sobre el desarrollo intelectual de los niños y jóvenes, en relación con la memoria, la capacidad de concentración o la riqueza del lenguaje. Otro caso es el de Tristan Harris, exdiseñador ético de Google, que tras ver la influencia que los desarrollos tecnológicos podÃan tener sobre la conducta humana, fundó en 2018, Center for Humane Technology, una organización sin ánimo de lucro que busca humanizar el uso de los descubrimientos tecnológicos. Además, desde hace años, sabemos que los hijos de los CEO y directivos de las grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley acuden a escuelas donde el uso de la tecnologÃa está totalmente restringido o al menos muy limitado hasta la adolescencia.
Sin embargo, a pesar de estos mensajes de alerta, y el mayor reconocimiento por parte de la población sobre la importancia de hacer un uso adecuado de la tecnologÃa, especialmente entre los jóvenes, las grandes empresas tecnológicas parecen seguir dándole poca o nula importancia. En 2019 conocÃamos el desmantelamiento del Comité Ético de Google, mientras que, el año pasado, se conocÃa la noticia por la que Microsoft, dentro de un plan de restructuración, dejaba en mÃnimos al equipo de ética y sociedad de la división de inteligencia artificial. Del mismo modo, los mercados financieros se muestran inmutables a esta corriente que podrÃa poner en duda la implementación y desarrollo de la tecnologÃa tal y como la conocemos hoy en dÃa, situando a muchas de estas empresas cerca de máximos históricos de valoración.
Por tanto, en un mundo cada vez más digitalizado donde la revolución tecnológica es imparable (y necesaria), y donde la sostenibilidad ocupa un papel cada vez más significativo en los modelos de negocio, deberÃamos esperar un mayor reconocimiento a la perspectiva ética con el fin de garantizar una estabilidad futura y una alineación con los intereses (e incluso bienestar) del conjunto de stakeholders de estas compañÃas. De este modo, los inversores no deberÃan ser ajenos a los planes y recursos que las grandes tecnológicas prevean otorgar a sus respectivos comités éticos, y más ahora con los desarrollos dispuestos y previstos en torno a la Inteligencia Artificial.
[1] TecnologÃa en la Educación: ¿una herramienta en los términos de quién?
[2] La fábrica de cretinos digitales: los peligros de las pantallas para nuestros hijos.