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Dopamina, un elemento clave en la gestión empresarial

Septiembre de 2023

Cuando hablamos de los factores ASG (ambientales, sociales y de gobernanza) en el ámbito empresarial, solemos referirnos a aquellos aspectos extrafinancieros que pueden tener un impacto sobre la gestión de la compañía. Es decir, nos referimos a cuestiones que son relevantes desde un punto de vista financiero, pero que tienen su origen en variables no-financieras. En este sentido, la materialidad financiera permite identificar aquellas cuestiones ASG que son más importantes en función del negocio, actividad o sector. Sin embargo, hay uno de los tres pilares que podría considerarse imprescindible o fundamental para garantizar la solidez de los otros dos: la gobernanza.

Unas prácticas de gobierno corporativo solventes, que incorporen la sostenibilidad de manera transversal resultan, en muchas ocasiones, ser una herramienta clave e imprescindible para promover mejoras en cuestiones medioambientales o sociales. Por ejemplo, el desarrollo e implementación de un plan de descarbonización no podría llevarse cabo sin el beneplácito e implicación del gobierno de una compañía, en la medida en que este afectará de manera clara al plan de negocio de la misma.

Y lo mismo ocurre en el ámbito social, donde las prácticas de gobernanza resultan un catalizador indispensable para obtener unos resultados efectivos. Sin embargo, cuando nos referimos a cuestiones sociales, especialmente aquellas relativas al capital humano de las compañías, no sólo debemos centrarnos en la existencia de prácticas y políticas que garanticen unos principios mínimos (entorno laboral seguro y digno, políticas de retribución competitivas, planes de desarrollo profesional, etc.), sino que existen otra serie de variables relativas al comportamiento del ser humano que resultan primordiales.

Cada vez conocemos más sobre el funcionamiento del cerebro humano y sobre todas esas sustancias y moléculas que hacen que nuestro comportamiento sea distinto ante los muchos y variados estímulos y escenarios a los que nos enfrentamos a diario. Entre todas estas moléculas, es importante conocer qué es la dopamina y qué papel cumple en la gestión empresarial y el desarrollo profesional de los empleados de una empresa.

La dopamina, según la describen los científicos, es aquella sustancia responsable de nuestro comportamiento, adicciones y del progreso humano. Según Daniel Z. Lieberman y Michael E. Long, se trata de la molécula del deseo, la que controla nuestros impulsos y la que nos incita a buscar siempre nuevos estímulos. Por tanto, la dopamina será la responsable de que un trabajador se mantenga motivado y sea ambicioso en su camino hacia el éxito profesional, pero también, será la responsable de que dicha ambición pueda convertirse en una obsesión que acabe generando una situación crónica de estrés laboral (o burnout, por su término en inglés).

Ahora bien, desde una perspectiva de gestión empresarial y de gestión de capital humano, ¿cómo debemos entender el funcionamiento de la dopamina en nuestros cerebros? El prestigioso psicólogo Daniel Kahneman (Nobel de Economía en 2002) es conocido por sus aportaciones relativas a las decisiones y juicios humanos a la ciencia económica. En su libro "Pensar rápido, pensar despacio" presenta dos modos de pensamiento: el "Sistema 1", rápido, instintivo, emocional y subconsciente; y el "Sistema 2", más lento, deliberativo, lógico y consciente. Cuando el cerebro está inundado de dopamina buscando una gratificación inmediata, es mucho más probable que el Sistema 1 se active frente al Sistema 2. Esto puede llevarnos a tomar decisiones precipitadas y erróneas en el ámbito laboral, con repercusiones nefastas desde una perspectiva financiera para la compañía. Sin embargo, la ausencia de dopamina en nuestro sistema tampoco es una buena noticia. Como explicábamos previamente, la dopamina es una molécula necesaria para mantener elevados los niveles de atención y motivación, los cuales resultan, a su vez, imprescindibles para garantizar un buen desempeño profesional y optimizar la productividad entre los trabajadores. Según un estudio de McKinsey Global Institute, se ha demostrado que el desarrollo e inversión en capital humano es rentable para las empresas, en la medida en que generan beneficios más consistentes en el largo plazo (mayores índices de productividad, menores tasas de rotación y mayores ratios de retención de talento), y muestran una mayor resiliencia durante las posibles crisis. También, aquellas organizaciones que fomentan el desarrollo profesional (mediante programas de talento y capacitación) y empoderan a sus empleados, suelen gozar de mayores índices de productividad, lo cual debería redundar en mayores beneficios.

Por un lado, sirve para garantizar una gobernanza sosegada pero suficientemente activa y dinámica que permita detectar oportunidades de mercado y desarrollar estrategias corporativas competitivas. Y, por otro lado, desde una perspectiva de gestión de personal y capital humano, promover unos niveles adecuados de dopamina entre los trabajadores debería ayudar a mantener un entorno suficientemente motivador, pero no excesivamente exigente, lo cual genere que el Sistema 2 se imponga frente al Sistema 1 en la mayoría de las circunstancias.

Claudia Antuña es socia de Afi