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Retos para emprender un nuevo ciclo de prosperidad del turismo en España

Septiembre de 2023
Viajar se ha consolidado como una prioridad vital en la forma de vida contemporánea. Una tendencia social que ya venía observándose hasta 2020, con continuos crecimientos de todas sus dimensiones (viajes, pernoctaciones y gastos) y que la superación del shock pandémico ha acelerado. En un contexto de normalidad (siempre deseable), todo parece apuntar a que, de forma tendencial, la demanda viajera a escala global va a seguir aumentando.

Cada vez hay más personas con capacidad para viajar (con numerosos países emergentes en una fase de irrupción masiva de sus clases medias); con cada vez más tiempo (destacando esos baby boomers de países desarrollados en camino de retirada de su vida laboral y dispuestos a disfrutar de los viajes, si sus ahorros y pensiones se lo permiten); con los viajes cada vez más interiorizados en sus formas de vida (especialmente en las nuevas generaciones y, z, ...); y con más renta para contratarlos.

De hecho, de los grandes retos globales, el ambiental, por la vía del respeto a los límites naturales y la redistribución de flujos ante los cambios climáticos, así como por el encarecimiento de la energía, son los únicos que desafían la aceleración prevista de la eclosión viajera. Ni tecnologías disruptivas de posible impacto sobre la industria turística como la realidad aumentada, que ya recrea la visita a determinados recursos culturales, están en disposición de sustituir a la experiencia que supone disfrutar de todas las fases del viaje: la preparación, el tránsito hasta el destino, la interrelación con la sociedad local, los imprevistos, el recuerdo a la llegada, etc. Y las que, como la conectividad a distancia, han ejercido un impacto por la vía de reducir los viajes de trabajo asociados a la celebración de reuniones y contactos comerciales, que promueven, a la vez, nuevas formas de trabajo deslocalizado de enorme potencial, lo que dibuja un balance a medio plazo no necesariamente negativo para la industria turística.

Ante este escenario, A pesar del contexto de competencia creciente por la emergencia de nuevos destinos (no hay país, región o municipio del mundo que no esté apostando por el turismo como fuente de prosperidad a futuro), las bases de partida españolas superan con mucho a las de los potenciales competidores. Desde elementos tangibles, con los siempre mencionados recursos naturales (con la costa como estrella), culturales, deportivos y de otras múltiples fórmulas de ocio puestos en valor como productos turísticos, instalaciones para la celebración de reuniones y congresos, excelentes infraestructuras de comunicación y establecimientos alojativos, de restauración y comerciales de primer nivel; hasta los cada vez más importantes intangibles, tales como la cultura empresarial y la voluntad inversora, la experiencia y vocación de servicio de los recursos humanos y un modo de vida de la sociedad española que es un reclamo en sí mismo. Todo ello hace de la propuesta de valor turística española una de las más reconocidas a nivel mundial. No es casualidad que, en consecuencia, España encabece rankings y estadísticas internacionales en turismo.

Tras la pandemia y en un momento de fuerte recuperación turística como el actual, el mayor reto del sector turístico español se identifica en elegir el posicionamiento de mercado más interesante para aprovechar mejor este contexto de abundancia de demanda y, a la vez, alinearse con los cambios globales. Elegir nuestro futuro frente al mero crecimiento inercial y muchas veces desordenado que ha marcado las últimas décadas. Una decisión estratégica sobre qué productos queremos vender por ser los más rentables, y a qué perfiles de demanda por ser los más interesantes y prioritarios para maximizar la contribución social del turismo, asumiendo que hay límites naturales y sociales al crecimiento, que es necesario interiorizar y gestionar. En definitiva, alumbrar una transición a un nuevo paradigma de trabajo.

Su impulso depende de la capacidad de reforzar el sistema de gobernanza de todos los actores públicos y privados que actúan en el amplio clúster de actividades y destinos que conforman y afectan a la competitividad turística española. Depende de establecer compromisos institucionalizados de cooperación y colaboración con los mejores profesionales al frente para alinear objetivos y acciones que multipliquen los resultados de las iniciativas prioritarias, que hasta la fecha han sido demasiado individuales, de escasa dimensión y, en consecuencia, de corto alcance transformador.

El uso del Componente 14 del Plan Nacional de Recuperación, Transformación y Resiliencia dedicado al turismo es el mejor reflejo de esta forma tradicional de trabajo, más allá de estar cada vez más cerca de una oportunidad histórica perdida. De haber contado ya con instituciones de cooperación y gestión público-privada y pública-publica el resultado hubiera sido mucho más exitoso. Sistemas que ya existen en otros países de mayor tradición en este ámbito (Australia, Reino Unido, Canadá o Nueva Zelanda, entre otros), muy lejos de lo que hoy es, en sus ámbitos de trabajo, Turespaña y Segittur.

La elaboración por parte del Gobierno de España de la Estrategia Turismo Sostenible 2030, a presentarse en el segundo semestre de 2023, podría ser la segunda oportunidad para transitar hacia este nuevo paradigma de trabajo, que exige el actual escenario. Una oportunidad para superar 30 años sin estrategia turística y centrar los esfuerzos conjuntos en los grandes retos del sector turístico español. Una reflexión estratégica que, además de elegir productos y mercados prioritarios, apunte hacia una nueva cultura de actuación en el litoral. Ese llamado "sol y playa" español que aporta el 65% del PIB turístico (por encima de los 100 mil millones de euros), que tantas alegrías económicas nos ha dado, pero cuyos fundamentos competitivos demandan un esfuerzo inversor en su transformación, siguiendo el excelente ejemplo de lo que se ha hecho en la mayor parte de ciudades españolas: planes maestros dirigidos a la rehabilitación y generación de valor patrimonial de lo construido, tanto en instalaciones como en espacios públicos, para su conversión en lugares de alta calidad de vida que, no solo atraigan un turismo de mayor contribución social, sino que incite a la localización de profesionales y nuevas actividades económicas de alto valor añadido. Una senda que supere la mera construcción residencial bajo la fracasada y empobrecedora visión de convertirse en lugar de residencia de los jubilados europeos, que marcó la realidad del discurso en el litoral de años recientes.

Una reflexión que busque aprovechar mejor la excelente red de infraestructuras de comunicación, invirtiendo en las conexiones intermodales pendientes (alta velocidad ferroviaria con aeropuertos y puertos) para un mejor tránsito a los destinos turísticos, a la vez que en infraestructuras de electrificación para la extensión de los nuevos sistemas de movilidad en destino más calmados por su menor impacto ambiental. Una reflexión que sea capaz de poner en marcha iniciativas ambiciosas de formación especializada, convirtiendo a España en hub de capacitación turística que afronte los retos de un mayor compromiso ambiental y las consecuencias del cambio climático a la vez que invierta en sistemas para gestionar la presión turística en los destinos, alumbrando actuaciones que promuevan la mejor convivencia con los residentes. En suma, que establezca las bases de un nuevo ciclo de prosperidad del turismo en España, sobre las bases que reclaman el siglo XXI y la sociedad española.

Óscar Perelli del Amo director de área de estudios de EXCELTUR