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Divagaciones éticas

Julio de 2023

La obligatoriedad de implantar un canal de denuncias interno antes de finales de este año por parte de todas las empresas con 50 o más empleados, me ha llevado a reflexionar sobre la efectividad de esta medida y especialmente sobre la aparente necesidad de la naturaleza humana de ser controlada.

No se trata de una iniciativa aislada, la Comisión Europea está debatiendo diferentes propuestas, entre ellas, la creación de un organismo interinstitucional que refuerce los controles éticos ya existentes estableciendo estándares éticos mínimos comunes, mejorando el intercambio de información y propiciando mejores prácticas.

Es evidente que disponer de un marco sólido de ética y transparencia, reforzando todos los aspectos referentes a buen gobierno, contribuye a prevenir malas prácticas, proteger a las organizaciones y en definitiva ayuda a mantener la confianza de las personas en las distintas instituciones. Aspecto no menor en los tiempos que corren.

Ahora bien, en tiempos de anonimato tras las redes, avances tecnológicos donde es difícil distinguir una creación humana de una creación tecnológica, distinguir una noticia falsa de una verdadera y ante el ingente exceso de información, ¿creemos que el establecer un canal de denuncias protegido va a suponer un gran cambio?

Siendo importantes las estructuras y circunstancias que propicien y velen por una conducta honesta, responsable y comprometida con el bienestar colectivo,

La ética no resuelve problemas, pero nos ayuda a discernir lo que está bien de lo que está mal y a mantener una línea de actuación personal consistente con nuestros valores, siempre desde la consciencia de que nuestra libertad individual termina donde comienza la del otro.

En la comprensión de la importancia de la ética para el bienestar colectivo, organismos internacionales como la UNESCO vienen incidiendo en la importancia de su enseñanza, de un gobierno ético de los centros educativos y de un ejercicio docente acorde a parámetros éticos que inspiren. Aportando materiales, formación, estudios y recursos varios. A pesar de esfuerzos como este y la capacidad de llegada de una institución como esta, las cifras de resultados son ínfimas, según señala la UNESCO en su propia web: 2600 personas formadas a nivel mundial desde 2003, un 0,00003% de la población mundial. Desolador.

En cualquier caso, más allá del ámbito de la enseñanza, el comportamiento ético se aprende del ejemplo que damos los adultos en todos los ámbitos: personal, profesional, familiar y hasta cibernético; y de la importancia, visibilidad y reconocimiento público que demos a los mismos.

Con la polarización actual, el estado del arte de los avances científicos, las desigualdades, el reto climático, la cultura de la inmediatez, etc., deberíamos estar todos a una para resolver los problemas actuales y asegurar un futuro mejor ciñéndonos a pactos universales como los derechos humanos y los distintos tratados que lo conforman: derechos económicos y sociales, contra el racismo y contra la discriminación de las mujeres, por recordar algunos. Y aunque sea pesado recordar constantemente a los más jóvenes que hay que informarse, cuestionarse, formarse criterio y decidir en consciencia, aunque individualmente no sea lo que más nos convenga.

Quizás más que divagaciones éticas debería haber titulado esta tribuna divagaciones pre verano. Buen momento para leer, pensar y volver con energías renovadas.

¡Buenas vacaciones!

Adriana Scozzafava es directora general de Fundación Afi Emilio Ontiveros