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El dinero importa

Marzo de 2023

¿Llevará la evolución de la tecnología a que sea más rentable repartir el trabajo y los ingresos de otra manera? ¿Pueden la ciencia y la tecnología jugar un papel fundamental, haciendo más conveniente y "humano" que el trabajo de los cuidados lo realicen máquinas?

Con estas preguntas terminaba mi tribuna del año pasado con motivo del día internacional de la mujer, rompiendo una lanza a favor de la tecnología y la ciencia como palancas para promover la igualdad.

Este año, al ver el tema fijado por la ONU para el Día Internacional de la Mujer "DigitALL: Innovation and technology for gender equality", más que alegrarme por mi capacidad premonitoria, pensé con optimismo que estábamos finalmente en el camino correcto para acelerar el objetivo de alcanzar la igualdad. Los datos me dijeron lo contrario.

Según datos del "The gender snapshot 2022" publicado por la ONU, el número de mujeres jóvenes cursando estudios de educación superior, a nivel mundial, es mayor que el de hombres. Ahora bien, sólo el 35% de estas mujeres estudia carreras STEM, mayoritariamente relacionadas con ciencias de la salud, y sólo un 3% tecnología. ¿Cómo se puede construir la igualdad desde la infrarrepresentación en un área omnipresente como la tecnología?

En la semana del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, en una mesa redonda con estudiantes de carreras STEM, una de ellas, estudiante del grado de videojuegos, se quejaba de la discriminación que había vivido los primeros años de carrera y, lo que era aún más grave, de que los videojuegos estaban diseñados por y para chicos, lo que excluía a las mujeres, no solo de la profesión, sino de la oportunidad de beneficiarse de usar esta herramienta tan ligada al metaverso. ¿Perderemos las mujeres la oportunidad de definir las reglas del metaverso, anunciado como la gran trasformación?

Lo más curioso de todo es que la computación moderna se desarrolló durante los años 40 al albor de la segunda guerra mundial en un momento que la industria armamentística contrató a miles de mujeres para trabajar en el desarrollo de armas cada vez más precisas, lo que requería complejos cálculos matemáticos. En este ámbito, se desarrolló uno de los primeros computadores de propósito general (ENIAC) y una mujer, Grace Hopper, oficial de la marina y profesora de matemáticas, desarrolló el primer compilador que fue el precursor de los primeros lenguajes de programación modernos.

Hasta los años ochenta, el porcentaje de mujeres en tecnología fue creciendo hasta alcanzar el 37%. La mayoría de ellas en el lado del software mientras que los hombres se concentraban en el lado del hardware. A mediados de los 80, con el desplazamiento del foco al software y la irrupción de gurús como Bill Gates y Steve Jobs, Silicon Valley se convierte en la nueva mina de oro y empieza a reducirse el número de mujeres.

Por otra parte, hace unos años, un paper publicado en la revista "Psychological Science" analizaba los motivos por los que paradójicamente el número de mujeres en carreras tecnológicas era mayor en países donde la igualdad de género tiene mayor recorrido de mejora, concluyendo que la mayor necesidad de conseguir esa igualdad a través de la autonomía económica llevaba a las mujeres a estudiar carreras con mayor salida profesional y mejores salarios. , pero alineadas con cualidades y actitudes en las que han recibido aprobación social constante: las humanidades y los cuidados. Mientras tanto, y en general, los chicos reciben estímulos constantes sobre la importancia de ser exitosos lo que en nuestra sociedad significa ganar dinero.

Necesidad o urgencia de autonomía económica. Descartando lo primero y a la vista de las evidencias, habría que empezar desde ya a educar a las niñas en la importancia de ser exitosas. Y es que el dinero, nos guste o no, sí importa.

Adriana Scozzafava es directora de Fundación Afi Emilio Ontiveros