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Tecnología, ahorro y educación financiera

Octubre de 2022
La tasa de ahorro de los hogares descendió desde su valor máximo durante la pandemia (15,2%) hasta la mitad de su valor (7,5%) en su última cifra publicada. El ahorro depende principalmente de la situación económica de la familia y de su contexto, pero hay muchos otros factores que determinan en qué medida nuestras familias deciden ahorrar y lo hacen de forma correcta.

Generalmente, a los españoles se nos atribuye uan cultura de ahorro reducida y de gasto y endeudamiento elevados, tal vez por nuestro modo de vida. Aunque los datos corroboran que nuestro ahorro es menor que el de nuestros vecinos europeos, existen otros factores más racionales que también explican nuestra dificultad para ahorrar, como es el hecho de que la alfabetización financiera de nuestra población sigue siendo mejor que la de nuestro entorno.

Si tuviéramos que elegir los tres conceptos financieros que cualquier ciudadano debería conocer para hacer una mejor gestión de su ahorro familiar elegiríamos los siguientes: depreciación (y, por tanto, la necesidad de rentabilizar nuestro ahorro para compensar el efecto adverso de la inflación); el valor de la capitalización (no solo la capitalización compuesta y el beneficio del ahorro a largo plazo, sino también el beneficio de comenzar a ahorrar lo antes posible); y la diversificación (combinada, una vez más, con el ahorro a largo plazo).

Además de conocidas iniciativas de educación financiera sin ánimo de lucro, en los últimos años hemos asistido a un amplio desarrollo de fuentes de alfabetización financiera, en muchos casos ligadas a plataformas de operativa con activos financieros de alto riesgo. Este tipo de iniciativas, cuyo objetivo final es maximizar la operativa del usuario, genera un riesgo evidente de desinformación acerca de los riesgos asociados a dicha operativa, en ocasiones difícil de supervisar por la amplitud de proveedores (muchos de ellos internacionales) y la naturaleza cambiante de los contenidos. Riesgos aparte, hay que reconocer que la calidad del contenido, desde el punto de vista didáctico, de accesibilidad, de formatos, de facilidad de uso y de contextualización de la información, se encuentra muy por encima de los estándares de plataformas "clásicas" de educación financiera.

Al margen de la educación financiera, existen otros tipos de medidas que actúan a modo de incentivos a veces llamamos "empujoncitos", del inglés nudges para el ahorro y que muchos actores del ecosistema económico y financiero vienen poniendo en marcha estos últimos años. En este ámbito, cabe destacar aquellas iniciativas de ahorro sistemático en las que aquellos operadores con quienes realizamos nuestras transacciones financieras del día a día nos permiten ahorrar "sin hacer esfuerzos". Algunos bancos nos permiten ahorrar por redondeo, asignando una pequeña proporción de nuestros pagos a una hucha de ahorro. En otros casos, el emisor o adquirente de la tarjeta realiza acuerdos con determinados comercios, para que, por cada pago que hacemos, se realice una aportación a un plan de ahorro asociado a nuestra cuenta. Estas soluciones se combinan, en ocasiones, con ahorro incentivado a través de objetivos o, incluso, de retos que llevan asociado un pequeño pago. Para que estas iniciativas sean exitosas, es importante que se combinen las siguientes características: mínima fricción (es decir: que la contratación y el uso del servicio no genere al usuario incomodidad, coste o trabajo adicional al que ya le supone el uso de su sistema transaccional); percepción de valor (visualización de la ventaja que supondrá este gesto desde el punto de vista de ahorro, generalmente a largo plazo) y generación de economías de red (en muchos casos, en un mercado de dos lados).

Ahorro a largo plazo y diversificación son las principales claves para realizar un ahorro que permita afrontar gastos futuros y, sobre todo, vencer la depreciación patrimonial derivada de la inflación. En este sentido, cada vez más entidades están apostando por soluciones automatizadas de asesoramiento y planificación financiera. Entender bien al cliente y ayudarle a planificar de forma realista e inteligente son dos retos de difícil logro. Muchos planificadores incluyen un cuestionario de idoneidad y una expectativa de rentabilidad, pero muy pocos dan un paso atrás y ayudan al cliente a evaluar si su situación personal y financiera le permite comenzar a invertir, y cuál es una cuantía razonable para empezar a hacerlo.

Si tuviéramos que hacer alguna recomendación sobre cómo lograr una mejor gestión de la economía de nuestras familias, apuntaríamos en tres direcciones: invertir en educación financiera, aprendiendo de quienes mejor han conseguido conectar con sus usuarios en cuanto a lenguaje, formato y medios; favorecer y facilitar el desarrollo de iniciativas de ahorro sistemático de poca fricción; e incentivar a las entidades financieras a convertirse, de forma definitiva, en socios de sus clientes para ayudarles a hacer una mejor gestión de su economía familiar.

Borja Foncillas es presidente y consejero delegado de Afi