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La COP26, avances y luces rojas en política climática

Noviembre de 2021
Con bastante retraso sobre la hora de clausura prevista y tras dos semanas de intensas y arduas negociaciones, el pasado sábado 13 noviembre 2021, los representantes de cerca de 200 países reunidos en la vigesimosexta conferencia de partes de Naciones Unidas sobre el clima en Glasgow (COP26) llegaron a un nuevo Acuerdo global en la lucha contra el cambio climático: The Glasgow Climate Pact. No sería del todo justo llamarlo compromiso de mínimos, pero casi.

Cuatro eran los aspectos más críticos que los negociadores tenían que, no sólo llegar a un acuerdo, sino que éste fuese lo suficientemente ambicioso como para movilizar a políticos, empresas, ciudadanos y mercados financieros por igual y con la urgencia con la que la crisis climática apremia.

El primero, nuevas reducciones de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Esta COP26 era la primera cita para revisar los planes de reducción de emisiones que se presentaron en Paris en 2015. De cumplirse los compromisos de los actuales planes, se estima que el planeta se calentaría hasta 2,7ºC en media hacia el 2100, muy lejos de lo acordado en París hace 6 años (limitar el aumento a +2ºC y hacer esfuerzos para limitarlo a ++1,5ºC).

Pese a los anuncios esperanzadores de muchos países que se comprometen a alcanzar la neutralidad en emisiones (ya son 135 países, responsables del 88% de las emisiones y que representan el 85% de la población y el 90% del PIB mundial) hay aún clamorosas ausencias (como México, Marruecos y Polonia) y algunos planteamientos de escasa calidad y muy dilatados en el tiempo (como China, Australia, Rusia o India, entre otros) que dan margen a aumentos en las emisiones que ponen en riesgo cualquier escenario de +1,5ºC o incluso +2ºC.

La propuesta de Acuerdo contemplada en su primer borrador la eliminación del carbón como fuente de energía y el abandono de la financiación de nuevas centrales térmicas de este combustible. Pero el consenso no fue posible tampoco en este aspecto y, aunque se han alcanzado compromisos para dejar de financiar nuevas centrales térmicas de carbón, dicha propuesta no ha sido firmada por la mayoría de las partes, y en el Acuerdo final se habla de reducción del uso del carbón, no eliminación. Al menos se ha planteado la necesidad de retomar dicho tema en 2022 con una mayor ambición.

El segundo,. En la COP15 de Copenhague en 2009 se acordó que los países ricos canalizarían 100 millardos de dólares anuales a países en desarrollo para este fin. Pero a día de hoy, estos países, los más vulnerables a los impactos por el cambio climático, sólo reciben 79 millardos de dólares y la mayor parte, en forma de deuda reembolsable y vinculada a proyectos de mitigación de emisiones. En Glasgow se ha recordado a los países más desarrollados la necesidad de alcanzar la transferencia de fondos acordada hace más de diez años y que este compromiso se alcance antes de 2025, para que luego pueda aumentarse hasta al menos los 200 millardos. Pese a lo elevado de la cifra, continúa siendo insuficiente y así lo denuncian los países en desarrollo. Un informe reciente del Comité de Finanzas del UNFCCC cifró en casi seis billones (trillions americanos) de dólares al año en 2030 para cumplir sus objetivos. Esto es importante porque algunos países condicionan su descarbonización a la provisión de fondos suficientes.

El tercero, la adaptación y la compensación por "pérdidas y daños" requieren de una mayor consideración y apoyo, que no llega. Asumiendo que las posibilidades de mantenernos en un escenario de +1,5ºC es baja como demuestran los últimos informes publicados, es necesario cambiar la atención y desarrollar una mayor capacidad de adaptación. El último informe del IPCC muestra claramente que el calentamiento global está aumentando la frecuencia e intensidad de fenómenos climáticos extremos. Se calcula que, si se produce un aumento de la temperatura global en +1,5ºC, los eventos climáticos relacionados con el calor extremo que ahora ocurren una vez cada década lo harán cada 2,2 años, los eventos de calor extremo que ahora ocurren cada 50 años lo harán cada 6, o las lluvias torrenciales que se producen una vez por década lo harán cada 6 años y serán un 10% más intensas.

Vinculado a este aumento de los desastres climatológicos, y aunque se alcancen importantes cifras de inversión en adaptación al cambio climático, las conversaciones sobre el clima de la COP26 impulsaron las preocupaciones sobre las crecientes "pérdidas y daños" que este ocasionará, sobre todo en lo que respecta a las zonas más vulnerables, como los estados insulares. Pero el Pacto Climático de Glasgow, después de la resistencia de muchos países, no logró asegurar el establecimiento de un nuevo fondo dedicado a este tipo de daños.

El cuarto, los mecanismos de mercado y mercados de carbono. Aquí sí que ha habido progreso después de seis años negociando modelos para comercializar los derechos de emisión: las reglas acordadas en París (el conocido como artículo 6), aunque no son perfectas, dan a los países las herramientas que necesitan para evitar la doble contabilidad, dotan de mayor transparencia al mercado internacional de emisiones y, en última instancia, despejan el camino que permite mayor inversión de capital privado en países en desarrollo.

Puertas afuera de la negociación oficial en Glasgow, y jaleados por organizaciones de una sociedad civil cada vez más impaciente y crítica, las dos semanas han sido testigo de nuevos anuncios de acuerdos bilaterales o multilaterales entre países, acuerdos sectoriales entre empresas e iniciativas público-privadas, así como importantes coaliciones en el sector financiero. Esperemos que estos continúen concretándose para que la presión y no la necesidad, estimulen mayores avances en la siguiente COP27 de Egipto para evitar peores impactos de la emergencia climática.

Ricardo Pedraz es consultor del área de Finanzas Públicas de Afi.
Esther Badiola es especialista en cambio climático del Banco Europeo de Inversiones.