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Economía de los datos

Abril de 2018 «El aumento del conocimiento se particulariza en la identificación y seguimiento eficiente de los comportamientos, de las dichosas preferencias que aparecían siempre como la variable difícil de objetivar cuando en los cursos de introducción a la economía estudiábamos la función de demanda»

La discontinuidad tecnológica que se inició con la irrupción de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC), lejos de agotarse, ha ido dando paso a nuevas posibilidades y aplicaciones que siguen transformando la práctica totalidad de los ámbitos de la vida. Desde luego de la economía, pero no en menor medida de la organización y comportamiento social, y, por tanto, de la actividad política. Aquel atributo de tecnologías «multipropósito» ha sido reforzado por la digitalización extensiva, amparando enunciados tan aparentemente ambiciosos como el de «Cuarta Revolución Industrial», que en realidad trata de asimilar las transformaciones económicas a las que ejercieron anteriores oleadas de innovación. La convergencia de tecnologías es uno de los rasgos más expresivos, desde la voz a la inteligencia artificial, pasando por el blockchain. Uno de los exponentes hoy más representativos de esa nueva fase de la aceleración tecnológica es la relativa a los datos.

Los datos —las señales generadas por las personas, las empresas, las AAPP o incluso las cosas— son el fundamento de esa nueva disciplina, la economía de los datos. La que gira en torno al valor económico, pero también social y político de esos rastros que deja el comportamiento en su más amplia acepción. Su volumen y la velocidad de los mismos, su análisis y explotación han dado lugar a ese campo, el data science, del que el análisis de big data es un área de gran proyección en diversos ámbitos, reclamando la concurrencia de conocimientos interdisciplinares desde los métodos computacionales, las matemáticas, a la estadística y, desde luego, la economía.

Se habla con razón del valor económico del dato, o de la cadena de valor de los datos, obligando a empresas e instituciones de diversos sectores, públicos y privados, a replantearse las formas de realización de sus actividades ordinarias y, también, de sus organizaciones. La economía de los datos trata de extender su cobertura a nuevos modelos de negocio que emergen de ese imperativo y de las posibilidades de manejo inteligente de los datos, de nuevos mercados y sectores productivos, de nuevas formas de natalidad empresarial.

Los efectos de esos avances en el procesamiento y análisis los datos son importantes desde el punto de vista estrictamente económico, de la competitividad, desde luego. El aumento del conocimiento se particulariza en la identificación y seguimiento eficiente de los comportamientos, de las dichosas preferencias que aparecían siempre como la variable difícil de objetivar cuando en los cursos de introducción a la economía estudiábamos la función de demanda. Este es quizás el efecto más destacado y llamativo. Probablemente también el más disruptivo con el estado de las cosas hasta ahora. Distintos subsistemas de la gestión empresarial, desde el marketing, a la comercialización, pasando por supuesto por la publicidad y la propia logística y gestión de los inventarios, quedan ahora condicionadas por los desarrollos en la ciencia de los datos. Por la generación de ganancias de eficiencia a ellos asociadas. Desde luego por la reducción de costes transaccionales, de las que la extensión de las plataformas digitales es una claro exponente de la capacidad para la generación de economías de escala y de economías de red, en la medida en que se vincule un número creciente de empresas y usuarios.

Estamos ciertamente ante un nuevo ecosistema en el que interactúan diferentes tipos de agentes con efectos todavía difíciles de anticipar. La identificación de esas posibilidades asociadas a la explotación inteligente de los datos no ha hecho más que empezar. Estamos en el principio de una aceleración de esas discontinuidades tecnológicas alimentadas por una tensión innovadora sin muchos precedentes. A las esperanzas en ese mayor control de la actividad económica, en la posibilidad de evitar crisis, se incorporan también incógnitas e inquietudes. La conveniencia y la magnitud de la regulación, de la protección de los datos individuales, ha abierto debates relevantes acerca de la titularidad y propiedad de los datos, de la residencia de estos, del consentimiento en su manejo y explotación, en definitiva. Pero también otros quizás más concretos e inmediatos, como es el impacto que los avances de esa nueva disciplina pueda llegar a tener sobre el empleo, sobre el funcionamiento de los mercados de trabajo y el grado de vulnerabilidad de los trabajadores, muy estrechamente vinculada como es lógico, al grado de cualificación de estos.

No ha de sorprender, por tanto, que las autoridades de todo el mundo, en particular de las economías avanzadas, estén tratando de responder a alguno de esos retos suscitados. Desde luego la Unión Europea. La construcción de una «Economía Europea de los Datos» es parte de la «Estrategia del Mercado Único Digital» cuya pretensión es obtener las ventajas económicas y sociales derivadas de ese potencial asociado al uso de los datos. Ello significa liberar las barreras que impiden el libre flujo de los datos, necesario para el perfeccionamiento del propio concepto de mercado único. Pero también es consciente de algunos retos que esos desarrollos traen consigo. La Comisión Europea ha elaborado una Comunicación y un Staff Working Document en los que da cuenta de algunas de esas inquietudes. Las relativas a las limitaciones para el desarrollo de una economía de los datos, pero también a las de naturaleza legal referentes al acceso y trasferencia de los datos y a su portabilidad.

A todo lo anterior trata de responder el trabajo (*) realizado por el equipo de Economía Aplicada de Afi, promovido y editado por Fundación Telefónica. Un trabajo que sus autores han llevado a cabo con la ambición propia de quien se enfrenta un ámbito de estudio en permanente mutación y, por eso mismo, conscientes de que la propia realidad se constituirá en el principal foco de alimentación de las constataciones reflejadas, pero en mayor medida de la mayoría de las presunciones. Ojalá que el lector de esta obra nos haga llegar sus propias valoraciones ye experiencias con el fin de que el elevado riesgo de obsolescencia encuentre la compensación de su permanente puesta al día.


(*) «Economía de los Datos»
López Sabater, Verónica; Llorente, Alejandro; Ontiveros, Emilio; Romero, María; Vizcaino, Diego (2018)
Fundación Telefónica, Editorial Ariel. Existe una versión digital en: https://www.fundaciontelefonica.com/arte_cultura/publicaciones-listado/pagina-item-publicaciones/itempubli/624/


Emilio Ontiveros es presidente de Afi y catedrático de Economía de la Empresa de la UAM