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Libra: la nueva moneda de Facebook

Julio de 2019 Creo que ha llegado el momento de que reguladores, banqueros y emprendedores se sienten a la mesa a negociar cómo realizamos una transición ordenada hacia una economía y un sistema de depósitos y de pagos digitales.

Facebook acaba de anunciar el lanzamiento de una moneda digital llamada Libra en el año 2020. Mis alumnos pueden constatar que llevo años diciendo que la manera más probable de que se impongan las criptomonedas consiste en formar un consorcio entre las grandes empresas digitales del mundo. En efecto, aunque Facebook -con sus 2.400 millones de usuarios- tiene suficiente envergadura como para hacerlo por su cuenta, ha decidido formar un consorcio en el que participan Mastercard, Visa, eBay, Spotify, PayPal, Vodafone, Uber y varias firmas de capital riesgo (Andreessen Horowitz, Creative Destruction Lab, Union Square Ventures), entre otras importantes empresas. Facebook espera tener una centena de socios que contribuyan con 10 millones de dólares cada uno para proveer a esta plataforma de una capitalización de mil millones de dólares. Con esta moneda se podrán realizar compras en portales y mercados digitales y también transferir saldos entre usuarios. Con esta iniciativa estamos un paso más cerca de poder visualizar el futuro de los servicios financieros, si bien no necesariamente de la banca.

Aunque no se trate de una moneda descentralizada, la idea es emplear tecnología tipo blockchain para asegurar la fiabilidad y seguridad de las transacciones. Presumiblemente, el usuario se beneficiaría de un sistema de pago más sencillo, rápido y barato. Los reguladores y los bancos ya han mostrado sus reticencias, los primeros haciendo preguntas sobre el tema y los segundos renunciando a formar parte del consorcio.

Créanme que este anuncio me produce dos tipos de preocupación. El primero se refiere a Facebook, una empresa que no es modélica. Además, ha demostrado una falta de sensibilidad hacia los grandes problemas del momento, sin sentirse aludidos por el tremendo poder destructivo de las redes sociales en lo que se refiere a la calidad del discurso democrático y de la democracia en sí misma. Además, es una empresa que no ha demostrado tener en cuenta la privacidad de las personas. La segunda preocupación que me asalta se refiere al potencial desestabilizador de esta iniciativa para el sector bancario convencional. Los bancos no han logrado todavía recuperarse de la crisis. Las autoridades necesitan un sector bancario eficaz para transmitir su política monetaria. Las criptomonedas, por tanto, suponen una amenaza a la estabilidad del sistema financiero en su conjunto.

Ahora bien, ¿vamos a parar el reloj de la innovación tecnológica para que unas entidades cada más obsoletas puedan sobrevivir? Creo que ha llegado el momento de que reguladores, banqueros y emprendedores se sienten a la mesa a negociar cómo realizamos una transición ordenada hacia una economía y un sistema de depósitos y de pagos digitales. A partir de ahí deberíamos seguir adelante y plantearnos cómo transformar el sistema crediticio en su conjunto para hacerlo más dinámico y rentable sobre la base de las nuevas tecnologías. Como en muchos otros terrenos, falta liderazgo y capacidad de anticipación. Ante la inacción, los emprendedores -aupados por el capital riesgo- siguen lanzando nuevas iniciativas. Llegará un momento en el que la actividad financiera digital sea tan grande que ya no será posible regularla con un mínimo de efectividad sin desestabilizar el sistema.

Sorprende también que no se tenga en cuenta que las criptomonedas crecerán muy rápidamente en partes del mundo donde el sector bancario está subdesarrollado. Así, pienso que Ãfrica puede otra vez convertirse en la punta de lanza de la evolución tecnológica mundial, tal y como ya lo ha demostrado con el uso del teléfono móvil para proveer servicios de pago, de salud y de educación. Es posible que el futuro -incierto pero futuro, al fin y al cabo- se perfile antes en las partes menos desarrolladas del planeta.

Mauro F. Guillén es director del Lauder Institute y catedrático de Dirección Internacional de la Empresa en la Wharton School, así como miembro del Consejo Académico de Afi Escuela de Finanzas