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Elecciones al Parlamento Europeo en 2019: nuevos retos para una UE acostumbrada a enfrentarlos

Mayo de 2019
La UE necesita dotarse de una visión de cuál quiere que sea su papel en la complicada economía política de la gobernanza de la globalización.

La UE vuelve a mirarse al espejo en las elecciones al Parlamento Europeo del 26 de mayo para descubrir un reflejo bien conocido. Los retos, consustanciales a un proyecto ambicioso y siempre enfocado al futuro, cambian de origen o naturaleza, pero nunca desaparecen en Europa.

Estas elecciones estarán marcadas por el ascenso del populismo y el nacionalismo en el continente, que no es sino el legado de una crisis económica larga y de impacto desigual. La recuperación no ha acompañado la abundante creación de empleo con mejoras salariales reales, sobre todo en los países que más han sufrido; la desigualdad se hace crónica mientras aumenta la percepción ciudadana sobre el estancamiento de los niveles de vida.

El Parlamento resultante de estas elecciones deberá enfrentarse en la próxima legislatura a numerosos asuntos aún por resolver:

  • La necesaria y postergada reforma del marco institucional de la unión monetaria
  • La aprobación, dentro del nuevo marco financiero plurianual, de un presupuesto comunitario que facilite la inversión pública después de años de crecimiento anémico
  • El impulso adicional a la transición energética
  • La actualización del sistema de gestión de la inmigración, desde el control de fronteras a la política de asilo
  • La concreción de una política común de defensa en un mundo multipolar
  • La gestión del vacío que dejará la salida del Reino Unido de la UE
  • La definición de un modelo de desarrollo futuro de la Unión que dé acomodo a los diferentes apetitos por la integración.
  • Parlamento Europeo actual (anillo interior) y proyección de elecciones 2019 (anillo exterior*)
    subtítulo o unidades (%)
    * Contando con los 46 escaños del Reino Unido.
    Fuente: elaboración propia a partir del INE.

    Equilibrios políticos

    Por el momento, no parece que el populismo euroescéptico vaya a obtener un resultado en las elecciones tan abultado como el que se temía. Los partidos de Salvini, Le Pen, Wilders y el resto de sus homólogos suman, según las últimas encuestas, unos 155 escaños, los mismos que consiguieron en 2014.

    No obstante, otros partidos nuevos y no afiliados sumarían hasta 75 escaños, algunos de los cuales sin duda corresponderán a grupos euroescépticos y ultranacionalistas (por ejemplo, los del Fidesz húngaro). Lo que sí adelantan las encuestas es una importante pérdida de escaños del Partido Popular Europeo (sobre todo) y del Partido Socialista (de 221 a 169 escaños y de 191 a 149, respectivamente).

    Esta pérdida la capitalizarían los liberales (de 67 a 98 escaños) y sobre todo otros partidos no adscritos a grupos europeos, que pasarían de 15 a 75 escaños. En definitiva, parece que las fuerzas se nivelarán aún más en el Parlamento Europeo y que la formación de mayorías se complicará, lo que no son buenas noticias para acometer las reformas que necesita Europa.

    Gobernanza económica

    En cuanto a la gobernanza económica de la UE, las dos principales reformas pendientes son el impulso a un nuevo presupuesto europeo y finalizar la unión bancaria, un aspecto fundamental para completar la unión monetaria. Tras establecerse los mecanismos de supervisión y resolución únicos, y tras acordarse que sea el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) quien actúe como prestamista de última instancia para el Fondo Único de Resolución, en los próximos cinco años se debería avanzar en el último pilar de la unión bancaria: el seguro de garantía de depósitos único a nivel europeo.

    El sistema europeo de garantía de depósitos es una herramienta para profundizar en el mercado único y limitar el canal soberano-bancario de contagio del riesgo, lo que permitirá a los países una mayor resiliencia ante shocks domésticos. No esperamos, en cualquier caso, grandes avances en la mutualización de riesgos.

    Paralelamente, el Eurogrupo trabaja en un embrión de presupuesto para la eurozona, que se prevé que no tenga una gran dotación inicial y puede conllevar una gran condicionalidad a quien lo necesite (de modo que no será un puro estabilizador automático como los de las economías nacionales). A pesar de ello, es un paso en la dirección correcta para una futura política fiscal común en el área euro, que se tendrá que ir fraguando de manera gradual.

    Para añadir decisiones difíciles, la renovación de la Comisión en esta nueva legislatura prácticamente coincidirá (de forma fortuita) con el nombramiento del nuevo Presidente del BCE. La cercanía en las fechas y la relevancia de los nombramientos para los intereses nacionales en la UE hará que las designaciones estén muy interrelacionadas y confrontará a los Estados miembros con el desafío de equilibrar el poder en términos geográficos y políticos.

    Pero más allá del debate permanente en torno a la unión monetaria, la UE necesita dotarse de una visión de cuál quiere que sea su papel en la complicada economía política de la gobernanza de la globalización. Lo ocurrido desde la segunda mitad de 2018, cuando Europa ha sido quién más ha sufrido en términos económicos las consecuencias de esa guerra fría comercial desencadenada entre China y Estados Unidos, evidencia los riesgos de quedar en una posición de irrelevancia e impotencia.

    Además de hacer un uso más activo y más inteligente de la política macroeconómica, la UE tiene que definir una estrategia de política industrial que combine los elementos de defensa de la libre competencia tanto dentro como fuera del Mercado Interior, con recursos y decisiones que permitan avanzar en el desarrollo y aplicación de las nuevas tecnologías.

    También es prioritario incorporar en el programa de descarbonización de la economía un conjunto de medidas que faciliten la transformación de industrias fundamentales para el tejido económico europeo como la del automóvil. Europa no podrá seguir liderando la lucha contra el cambio climático si no es capaz de convencer a los ciudadanos de que controlará el proceso, minimizará sus costes y compensará temporalmente a los más vulnerables que se vean perjudicados en el periodo de transición.

    Gonzalo García es analista del área de mercados de Afi.
    David del Val es analista del área de mercados de Afi.