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Greta

Abril de 2019 Tenemos que hacer un esfuerzo a nivel de sociedad, por informarnos y formarnos sobre aquellos colectivos que no son el "estándar" al que estamos acostumbrados, y esto pasa por mirar hacia el resto de personas con respeto, dignidad, entendimiento y cariño.

Quizás en un primer momento al leer el nombre de Greta, solo le venga a la mente la maravillosa Garbo.

Pero si les digo que se trata de una niña sueca de 16 años, con trenzas, que está liderando actualmente la lucha contra el cambio climático, y que acaba de ser nominada al Premio Nobel de la Paz, seguro que ya saben de quién estoy hablando.

Greta Thunberg se ha pasado los últimos meses hablando y dando conferencias a todo aquel que ha querido escuchar su discurso sólido y sin fisuras en defensa del cambio climático. Ha protagonizado escenas cuyas imágenes han dado la vuelta al mundo, y con su tesón, ha conseguido concienciar a aquellos individuos que creían que no se podía hacer mucho más por frenar la destrucción de nuestro Planeta.

Además de por sus logros y porque veo en ella una fuente de inspiración para todas las niñas y niños del mundo, he elegido a Greta Thunberg por su Trastorno del espectro autista (TEA) .

Justo la semana pasada, trabajando en un proyecto sobre educación financiera para personas con diversidad intelectual, pude aprender más sobre la gente que padece autismo y algunos rasgos de su forma de actuar. En la conversación con una de mis mejores amigas, que estaba ayudándome a entender mejor como las personas con diversidad intelectual, entre ellos los que sufren TEA, podrían asimilar mejor los conocimientos básicos de finanzas, me contó el caso de una mujer que tenía una posición de responsabilidad y que, cuando se supo que era autista a pesar de desempeñar su trabajo perfectamente, la relegaron a una posición muy inferior.

Asociamos los autistas a gente superdotada, cuando sólo el 10% lo es, y nos quedamos muchas veces en lo que vemos en las películas, sin pararnos a pensar que alrededor de nosotros hay una probabilidad muy elevada de que cada día convivamos o nos relacionemos con alguien que padece este u otro trastorno, y ni tan siquiera lo sepamos.

Cada vez entiendo más la igualdad no sólo como una igualdad de género, sino como una igualdad de los individuos, en el sentido estricto de nuestra Constitución, pero además con el conocimiento que se tiene hoy en día, 41 años después de su redacción.

Creo que tenemos que hacer un esfuerzo a nivel de sociedad, por informarnos y formarnos sobre aquellos colectivos que no son el «estándar» al que estamos acostumbrados, y esto pasa por mirar hacia el resto de personas con respeto, dignidad, entendimiento y cariño.

Os invito a que leáis un libro que he descubierto recientemente, «¿A dónde vamos, papá?» de Jean-Louis Fournier. Sencillo y conmovedor, para que cada día, demos un paso más en hacer que esta sociedad sea más igualitaria, más humana, más diversa y en definitiva mucho mejor.

Mónica Guardado es Directora General de Afi Escuela de Finanzas