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Malala

Junio de 2018 Hay que dar un paso adelante, sin excentricidades, con inteligencia y persiguiendo resultados concretos.

Empiezo esta columna con el convencimiento de que cualquier granito de arena es útil para conseguir transformar el mundo y hacer que aquello que no nos gusta pueda cambiar.

Mi objetivo cada mes será dar visibilidad a mujeres, proyectos e iniciativas que están transformando la sociedad y la economía a lo largo y ancho del planeta.

Quiero dar las gracias antes de comenzar esta andadura a las dos personas que me han inspirado en mi vida en mayor medida para pensar que la igualdad de oportunidades es algo posible, y por hacerme creer que quienes tenemos voz, tenemos la responsabilidad de utilizarla.

Mi mayor fuente de inspiración desde pequeña ha sido mi madre, un ejemplo de lo que supone ser una mujer trabajadora, polivalente, esposa y madre de sus hijos.

Mi otra fuente de inspiración es mi mentor, el destino quiso que tuviera la suerte de conocerle hace 20 años como mi tutor de Máster y director de mi TFM. De él he aprendido que la igualdad es algo natural, que hombres y mujeres valemos lo mismo, y que hemos llegado a un punto en el que si queremos que las cosas realmente cambien hay que dar un paso adelante, sin excentricidades, con inteligencia y persiguiendo resultados concretos.

Elegir el primer personaje sobre el que escribir no me ha sido difícil, a pesar de que sin duda hay numerosas mujeres conocidas y anónimas que merecerían estar en esta posición.

Estas Navidades, le regalé a mi sobrina Lucía, de 9 años, un libro para niños sobre las 100 mujeres más influyentes en la historia. Revisando con ella la lista de mujeres, me sorprendió que efectivamente conocía bastantes nombres, pero lo que más me llamó la atención es que sabía pronunciar perfectamente el nombre de Malala Yousafzai y conocía todos los detalles sobre su historia. Si Malala ha conseguido ser fuente de inspiración de una nueva generación de niñas superando barreras políticas e ideológicas, creo que se merece que hablemos mucho más de ella, y por ello quiero compartir con todos ustedes su historia.

Malala cumplirá 21 años el próximo mes, mientras estudia actualmente en la Universidad de Oxford la licenciatura de Filosofía, Política y Económicas. Pero su historia hasta llegar aquí no es la de una niña normal. Nació en el Valle del Swat en Pakistán, una zona que invadieron los talibanes, los cuales prohibieron que las niñas, entre ellas Malala, pudieran ir a la escuela. Así es que Malala, con tan solo 11 años, escribió un blog con un seudónimo para la BBC, en el que narraba su día a día en esta región, denunciando la falta de derechos y de igualdad. Al año siguiente, la BBC haría un documental sobre Malala, lo que le puso en el punto de mira de los Talibanes y con 13 años, sufrió un atentado. Yendo en el autobús junto con otros estudiantes, un pistolero le disparó tres veces en la cabeza. Milagrosamente sobrevivió al atentado y acabó de curar sus heridas y secuelas en Reino Unido. Con 14 años, fue la persona más joven que recibió el Premio Nobel de la Paz. Desde entonces, siempre incansable, ha luchado desde numerosos organismos y apoyando movimientos, alzando siempre su voz en todo el mundo a favor de los derechos que tienen las niñas a estudiar y desarrollarse.

Creo, sin duda, que este es un claro ejemplo de una niña-mujer que ha conseguido transformar el mundo y que sin duda aún le quedan numerosas cosas por hacer.

Espero que nos sirva de inspiración su historia de coraje, y que las niñas de nuestro país que no tienen ninguna restricción para estudiar aprovechen esto que lamentablemente en otros países no es un derecho natural.

Porque la educación y el conocimiento es la mayor ventaja competitiva de un país, de una economía y de un individuo, y estoy convencida de que a través de la educación es como se pueden cambiar las cosas, la vida de las personas y el discurrir de los tiempos.

¡Muchas gracias Malala por ser la primera de nuestras #mujeresquetransforman!

Mónica Guardado es Directora General de Afi Escuela de Finanzas